21 mayo, 2007

ESPAÑA Y MARRUECOS.-

En torno a Marruecos existen dos escuelas de pensamiento, la que propugna una relación tensa con nuestro vecino y los que propugnan una sumisión complaciente, una constante cesión frente a sus exigencias. Ninguna de las dos tiene razón. Marruecos es un país estratégico prioritario para España, su estabilidad, progreso y evolución política son de interés preferente para nuestro país. Marruecos es una nación compleja, de larga historia, composición étnica diversa y heterogénea, de hecho es el país del Magreb árabe con la mayor proporción de beréberes y la mayor comunidad judía sefardí en toda la región. Es uno de los muy pocos países árabes que nunca fue dominado por el Imperio Otomano, lo que le confiere unas características y una personalidad notablemente singulares, tanto desde el punto de vista étnico como político, social, religioso y hasta gastronómico. Marruecos ni puede ni debe ser tratado como un enemigo, sino como un socio con el que ha de mantenerse un diálogo claro, transparente, firme, exigente, pero mutuamente respetuoso. Se tiene que entender que España y Marruecos tienen sus intereses y que es legítimo que cada país los defienda desde posiciones equilibradas, prudentes y sensatas. La cesión ante las presiones de Marruecos o una política de confrontación propiciada por cualquiera de las partes, sería el camino más corto a la crisis y al desencuentro.
En este contexto no se explica que el gobierno socialista, con la pueril obsesión de cambiar radicalmente todas las políticas del anterior gobierno, haya procedido a ejecutar una política de laxitud, casi siempre de cesión. El problema es que hoy podríamos estar ante una crisis larvada entre ambos países, y este gobierno socialista ni puede ni quiere reconocerlo porque sería tanto como certificar el fracaso estrepitoso de una de sus más arriesgadas apuestas. Conviene recordar que el presidente Zapatero, estando en la oposición, en medio de la crisis de desencuentro político entre ambos países, realizó una visita al vecino país en la que se mostraba abiertamente crítico con la política del gobierno. Cuando el líder de la oposición, en el futuro, realice su primer viaje oficial al Reino de Marruecos lo hará no sólo con el conocimiento sino que con el beneplácito del gobierno de España. Hablar con claridad e identificar sin ambages cuáles son nuestras líneas rojas, las que no se pueden traspasar, lejos de ser fuente de conflicto son la forma más eficaz de construir una relación sana, respetuosa y beneficiosa. En este punto conviene subrayar que España ha mantenido siempre una posición crítica hacia las posturas maximalistas en el conflicto del Sahara. El gobierno socialista ha roto una tradición de décadas, en defensa de una neutralidad activa, que no significa en absoluto inacción o desinterés, por cierto que los marroquíes algunas veces la reclaman denominándola neutralidad positiva. El gobierno ha optado por inclinarse claramente hacia una de las partes, eso lejos de contribuir o de catalizar una solución legal, viable y aceptable a ambas partes, solo debilita la posición española y hace un flaco servicio a la solución definitiva de un conflicto profundamente desestabilizador para la región. Hay que seguir exigiendo a todos prudencia, sentido común y renuncia a las posturas maximalistas, que es exactamente la posición que la diplomacia española ha mantenido desde 1977 hasta el año 2004. La resolución 1757 del Consejo de Seguridad de la ONU pone muy a la claras lo que aquí se ha dicho, por mucho que el Gobierno y su presidente quieran tratar de convencer al mundo que lo que hace es darles la razón.
Marruecos no es una democracia avanzada, pero tampoco es la dictadura de Castro. En Cuba no se ha liberado a un preso político condenado a muerte, no se le ha permitido presentarse a las elecciones, tampoco se le permitiría proclamarse vencedor y mucho menos se le nombraría primer ministro. Eso es exactamente lo que ocurrió en Marruecos con el socialista Abderrahman Yussufi. Cierto es que los poderes mas importantes del Estado permanecen en manos del rey, cierto es que queda también mucho recorrido y evolución política Pero no es menos cierto que ya se ha andado un trecho y que ese trecho recorrido debe ser reconocido.
Por otra parte existe la grave amenaza del islamismo radical y el terrorismo yihadista, puesto que Marruecos ha sido declarado por ese tipo terrorismo objetivo prioritario. Existen en ese país dos organizaciones islamistas, una legal y supuestamente moderada, y otra ilegal que es aún más radical. Al Qaeda ha fomentado la creación de un grupo terrorista, el Grupo Islámico Marroquí de Combate, que pone de manifiesto una vez más cómo el terrorismo yihadista es enemigo común del mundo islámico y de Occidente por igual. Es indispensable seguir fomentando la cooperación en diferentes ámbitos, crear una densa red de intereses económicos, comerciales, de inversión, culturales y políticos, que en primer lugar ayuden al acercamiento de los dos países, encaucen el diálogo respetuoso y, cuando sea preciso crítico, que España debe mantener con su vecino y que sea además un instrumento esencial para diluir, difuminar, prevenir y, en su caso, resolver las crisis bilaterales.
Sólo desde la claridad y del respeto mutuo se puede construir una saludable relación bilateral, lamentablemente no parece que ni la estrategia, la oportunidad, ni los medios elegidos por el actual gobierno español vayan encaminados a ese fin. Marruecos nunca antes había sido objeto de discrepancia partidista. El Partido Socialista empleó nuestra relación bilateral con el reino de Marruecos para desgastar la credibilidad en política exterior del anterior gobierno, y con sus políticas equivocadas en la presente legislatura, sigue metiendo la relación bilateral con nuestro vecino, en el ojo del huracán de la discrepancia política. Gravísimo error.

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