20 mayo, 2007

LA SENDA DE LA TRAICION.-

CUANDO EL PROCESO ES “LA SENDA DE LA TRAICIÓN”.
¿Queda algún pacto por incumplir, alguna palabra que quebrantar, algún consenso por romper, alguna alianza que traicionar? ¿Faltaba alguna deslealtad más? Sí. Lo supimos ayer: A la misma hora en que Zapatero proponía el Pacto el Pacto Antiterrorista, a la misma hora en los terroristas asesinaban y él condenaba los crímenes, representantes del PSOE se reunían y pactaban a escondidas con los facinerosos abertzales. Muchas veces: 25 según el diario proetarra Gara.
El doble juego y la traición parecen tan flagrantes, que hacen ineludible que el presidente del Gobierno asuma personalmente, sin testaferros ni circunloquios floridos sobre la paz, la responsabilidad de dar una explicación.
Como bien dijo ayer la vicepresidenta primera, los políticos «deben contestar todas las preguntas». Fue una lástima que no se atuviera a sus palabras y se negara por tres veces a responder a los periodistas que pedían su opinión acerca de lo publicado por «Gara».
A estas alturas ya no sirve de nada fingir firmeza, ni dedicar desplantes a las filtraciones batasunas, pues si la vicepresidenta no contestó alegando que «esa información no existe» al proceder de un partido ilegal, deberá entonces aclarar -mejor Zapatero que ella- por qué sí existía Batasuna, a pesar de ser ilegal desde 2003, para negociar un alto el fuego con ETA y, lo que es peor, el futuro político del País Vasco y, por tanto, de España.
Fue Patxi López, y no María San Gil, quien se reunió públicamente con Otegi -procesado por dirigir la organización terrorista ETA/Batasuna- y otros proetarras en un hotel de San Sebastián.
La versión que difunden ahora desde las Moncloa y propagan los periodistas afines es que esas reuniones se produjeron, aunque “a título personal de Jesús Eguiguren”, que habría actuado sin representar al PSOE.
Es muy poco verosímil porque, como Gara refeja en una minuciosa cronología, las conversaciones entre Otegi y Eguiguren tenían contenido político y hablaban sobre asuntos como la creación de una mesa de partidos.
Es evidente que Eguiguren no podía hablar de estas cuestiones a título personal sino como representante del PSOE y con el consentimiento de Zapatero. Eguiguren era secretario de Relaciones Institucionales y ahora es presidente del PSE, lo que descarta que alguien pudiera pensar que no mantenía esos contactos en nombre del partido.
Si Zapatero quiere dejar patente que él no estaba informado y que esas reuniones eran una iniciativa de Eguiguren, como también sostiene su entorno, lo tiene muy fácil: basta que le pida hoy públicamente la dimisión de todos sus cargos.
No lo va a hacer, porque todo indica que el presidente tenía conocimiento de esos contactos y los utilizaba para su estrategia política. Es de puro sentido común.
Se confirman los peores temores sobre la implicación del PSOE en una negociación con ETA a través de Batasuna, en la que los socialistas aceptaron el carácter «político» del «conflicto» y la necesidad de un acuerdo para superarlo. Es decir, ETA se habría legitimado históricamente ante los socialistas.
Tales contactos fueron posibles únicamente gracias a un ejercicio insospechado de doble moral por parte de Zapatero y de la cúpula del socialismo vasco, pues al mismo tiempo que celebraban esas reuniones clandestinas, firmaban un Pacto Antiterrorista que apostaba por negar toda naturaleza política a ETA y por su derrota incondicional.
La falta de escrúpulos que requiere el mantenimiento de esta deslealtad con el Estado y con la sociedad es un drama para la democracia española, porque significa que el que era el principal partido de la oposición jugaba a dos bandas y, al tiempo que recibía información privilegiada de la lucha contra ETA en la mesa del Pacto Antiterrorista, trazaba con Batasuna la ruptura del orden estatutario y constitucional mientras ETA ponía muertos sobre la mesa.
Según «Gara», en 2002, el año en que ETA mató entre otros a Silvia Martínez, de seis años, en Santa Pola, y al edil socialista, Juan Priede, en Orio; el año en que el Congreso, con el voto del PSOE, decidía que se ilegalizara el entramado batasuno, en ese año, dirigentes del PSE pactaban con Batasuna que en el País Vasco lo que realmente entorpecía la convivencia era un problema político de reconocimiento de los derechos del pueblo vasco. Estaban negociando lo mismo que ETA había convenido con el PNV en el acuerdo de Estella.
El Pacto Antiterrorista no prohibía expresamente reunirse con Batasuna, pero indicaba en su prólogo que los firmantes no podían tener contactos políticos con el PNV hasta rompiera el Pacto de Lizarra, entonces vigente.
Es evidente que el PP no podía ni siquiera imaginarse que el PSOE, que se obligaba en el punto noveno del Pacto a «intercambiar información» y a mantener «posiciones conjuntas», iba a reunirse en secreto con el brazo político de ETA. Y menos después de su ilegalización.
Los hechos evidencian que el PSOE vulneró el espíritu y la letra del Pacto Antiterrorista y que ha cometido una gran deslealtad con el PP, al que apoyaba públicamente en su política de firmeza frente a ETA mientras negociaba entre bastidores con Batasuna.
Un doble juego que dice muy poco del sentido de la ética y de la coherencia del partido de Zapatero.

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