COBARDÍA ANTE LOS CHEQUISTAS.
Me comunica un amigo que hace unos días, en el programa de Sáenz de Buruaga, en Telemadrid, una tiorra bastante conocida dijo que yo había sido confidente de la policía. No es la primera vez. La misma infamia de jaez chequista han soltado el héroe de Paracuellos y Mienmano, y lo hacen con frecuencia en Internet, anónimamente, una serie de chorizos del aparato de Pepiño el Corruto. Lo cual tiene su parte halagadora, en cierto modo, pues demuestra hasta qué punto mis estudios históricos les están arruinando el negocio político-económico que tenían montado en torno a la guerra civil, les hacen perder los nervios. Desde la publicación del primero de esos estudios, va para siete años, vengo pidiendo un debate intelectual al respecto, pero ha sido inútil. No entra en sus hábitos. Su reacción, del peor estilo posible, ha consistido en una marejada de ataques personales, insidias, injurias, intentos de agresión y exigencias inquisitoriales de censura. Lo cual, a falta de cosa mejor, nos ha ofrecido un excelente retrato de estos individuos, empeñados en sentar cátedra de intelectuales y políticos demócratas y, en realidad, enfermos de un espíritu chequista metido hasta el tuétano. Dentro de unas semanas saldrá a la luz el último libro que pienso escribir sobre la guerra civil y la república, a fin de redondear los anteriores con una visión crítica, intelectual, de la historiografía políticamente correcta. Se titula La quiebra de la historia " progresista". En qué y por qué yerran Beevor, Preston, Juliá, Viñas, Reig, etc. Me parece que el título no precisa más aclaración, y ahí los espero, nuevamente. En fin, pregunté a mi amigo si alguien había replicado a la gruesa viborilla del programa de Buruaga, pero resulta que nadie lo hizo. Eso es lo que realmente me indigna. Nadie tuvo cuajo de explicar, por ejemplo: "Mire usted, buena mujer, lo que usted está diciendo es un acto de colaboración con el terrorismo, concretamente una provocación al asesinato. Y está usted diciendo, además, una falsedad evidente, muy propia de una mentalidad chequista, porque ustedes han tenido durante doce años a su disposición el Ministerio del Interior, con todos los archivos policiales, y a los propios policías para interrogarles. Si realmente Moa hubiera sido un confidente o infiltrado, ustedes podrían documentarlo plenamente, en lugar de lanzar infamias como usted hace ahora. Pues sin duda ustedes han investigado el asunto y han tratado de encontrar esas pruebas, pero Barrionuevo, en sus memorias, reconoce que no hay nada de nada. No hay la menor prueba de que el PCE(r)-GRAPO estuviera infiltrado, o manejado por la extrema derecha, al menos durante la época en que Moa estuvo en él. En cambio, el PCE y el PSOE sí estuvieron ampliamente infiltrados, como se desprende del hecho de que por entonces apenas eran clandestinos, habiéndose reorganizado el PSOE, en concreto, bajo el control del aparato franquista. Se han publicado datos importantes y no desmentidos. Y al comenzar la Transición, diversos políticos socialistas y comunistas reclamaron la destrucción de las fichas de la Brigada Político Social, lo cual también indica muchas cosas. "Algo así, sencillo y contundente, que todo el mundo sabe, pero que hay miedo a expresar. Me comentaba otro amigo que tampoco tenía mayor importancia, porque la señora en cuestión está siempre escupiendo veneno, y da más risa que otra cosa. A mí no me da ninguna risa. Esta señora es de la índole de las Nelken o la Pasionaria, incitadoras (como mínimo) al terror, y en el actual proceso de involución antidemocrática esas gentes se vuelven cada vez más peligrosas. Su peligro crece precisamente porque la gente normal, que tendría que pararles los pies, suele callarse y dejar pasar como diciendo "no va conmigo". Sí va con ustedes, señores; va con todos. Con ese espíritu ratonil se ha llegado a la situación de las Vascongadas, a la práctica ruina de la democracia en aquellas provincias, a la hegemonía política de esa variante chequista que es la ETA. La cobardía ante los chequistas tiene además otro, digamos, inconveniente: si la ley termina por caer y las condiciones se vuelven favorables, esa cobardía se trueca en revanchismo y brutalidad y lleva a prácticas similares a las de las checas. En la guerra civil no pocos derechistas que habían contribuido a precipitar el desastre con su pasividad se convirtieron de pronto en verdaderos sádicos. Conviene aprender de la experiencia. En cuanto a prácticas de esta clase, sobre todo a cargo del sujeto de Paracuellos, voy a escribir un par de artículos más, pues la ignorancia de la gran mayoría sobre el pasado reciente es abismal. Ruego a cada lector dé la máxima difusión por su cuenta a este y los siguientes artículos, pues de poco valen los esfuerzos de aclaración si quedan limitados a un ámbito reducido.
Pío Moa.
Me comunica un amigo que hace unos días, en el programa de Sáenz de Buruaga, en Telemadrid, una tiorra bastante conocida dijo que yo había sido confidente de la policía. No es la primera vez. La misma infamia de jaez chequista han soltado el héroe de Paracuellos y Mienmano, y lo hacen con frecuencia en Internet, anónimamente, una serie de chorizos del aparato de Pepiño el Corruto. Lo cual tiene su parte halagadora, en cierto modo, pues demuestra hasta qué punto mis estudios históricos les están arruinando el negocio político-económico que tenían montado en torno a la guerra civil, les hacen perder los nervios. Desde la publicación del primero de esos estudios, va para siete años, vengo pidiendo un debate intelectual al respecto, pero ha sido inútil. No entra en sus hábitos. Su reacción, del peor estilo posible, ha consistido en una marejada de ataques personales, insidias, injurias, intentos de agresión y exigencias inquisitoriales de censura. Lo cual, a falta de cosa mejor, nos ha ofrecido un excelente retrato de estos individuos, empeñados en sentar cátedra de intelectuales y políticos demócratas y, en realidad, enfermos de un espíritu chequista metido hasta el tuétano. Dentro de unas semanas saldrá a la luz el último libro que pienso escribir sobre la guerra civil y la república, a fin de redondear los anteriores con una visión crítica, intelectual, de la historiografía políticamente correcta. Se titula La quiebra de la historia " progresista". En qué y por qué yerran Beevor, Preston, Juliá, Viñas, Reig, etc. Me parece que el título no precisa más aclaración, y ahí los espero, nuevamente. En fin, pregunté a mi amigo si alguien había replicado a la gruesa viborilla del programa de Buruaga, pero resulta que nadie lo hizo. Eso es lo que realmente me indigna. Nadie tuvo cuajo de explicar, por ejemplo: "Mire usted, buena mujer, lo que usted está diciendo es un acto de colaboración con el terrorismo, concretamente una provocación al asesinato. Y está usted diciendo, además, una falsedad evidente, muy propia de una mentalidad chequista, porque ustedes han tenido durante doce años a su disposición el Ministerio del Interior, con todos los archivos policiales, y a los propios policías para interrogarles. Si realmente Moa hubiera sido un confidente o infiltrado, ustedes podrían documentarlo plenamente, en lugar de lanzar infamias como usted hace ahora. Pues sin duda ustedes han investigado el asunto y han tratado de encontrar esas pruebas, pero Barrionuevo, en sus memorias, reconoce que no hay nada de nada. No hay la menor prueba de que el PCE(r)-GRAPO estuviera infiltrado, o manejado por la extrema derecha, al menos durante la época en que Moa estuvo en él. En cambio, el PCE y el PSOE sí estuvieron ampliamente infiltrados, como se desprende del hecho de que por entonces apenas eran clandestinos, habiéndose reorganizado el PSOE, en concreto, bajo el control del aparato franquista. Se han publicado datos importantes y no desmentidos. Y al comenzar la Transición, diversos políticos socialistas y comunistas reclamaron la destrucción de las fichas de la Brigada Político Social, lo cual también indica muchas cosas. "Algo así, sencillo y contundente, que todo el mundo sabe, pero que hay miedo a expresar. Me comentaba otro amigo que tampoco tenía mayor importancia, porque la señora en cuestión está siempre escupiendo veneno, y da más risa que otra cosa. A mí no me da ninguna risa. Esta señora es de la índole de las Nelken o la Pasionaria, incitadoras (como mínimo) al terror, y en el actual proceso de involución antidemocrática esas gentes se vuelven cada vez más peligrosas. Su peligro crece precisamente porque la gente normal, que tendría que pararles los pies, suele callarse y dejar pasar como diciendo "no va conmigo". Sí va con ustedes, señores; va con todos. Con ese espíritu ratonil se ha llegado a la situación de las Vascongadas, a la práctica ruina de la democracia en aquellas provincias, a la hegemonía política de esa variante chequista que es la ETA. La cobardía ante los chequistas tiene además otro, digamos, inconveniente: si la ley termina por caer y las condiciones se vuelven favorables, esa cobardía se trueca en revanchismo y brutalidad y lleva a prácticas similares a las de las checas. En la guerra civil no pocos derechistas que habían contribuido a precipitar el desastre con su pasividad se convirtieron de pronto en verdaderos sádicos. Conviene aprender de la experiencia. En cuanto a prácticas de esta clase, sobre todo a cargo del sujeto de Paracuellos, voy a escribir un par de artículos más, pues la ignorancia de la gran mayoría sobre el pasado reciente es abismal. Ruego a cada lector dé la máxima difusión por su cuenta a este y los siguientes artículos, pues de poco valen los esfuerzos de aclaración si quedan limitados a un ámbito reducido.
Pío Moa.
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