BUQUES "SIN PRECEDENTES Y CON MUCHA ENJUNDIA".
Efectivamente habló de buques "sin precedentes" y añadió "de mucha enjundia". Es decir, los buques de marras son serán o serían, "sin precedentes" y de "mucha enjundia". Reina la natural expectación ante la llegada a las Islas de semejantes buques.
Podemos, estamos en condiciones “de”, desvelar la enjundia sin precedentes.
Sostener que la imbecilidad es un arma que la sociedad de hoy en día utiliza para la defensa y triunfo de las ideas que conservan a la propia especie, es sostener que la estupidez es consecuencia del progreso y como tal el camino al que el ser humano ha llegado a través del proceso evolutivo en una sociedad que ha eliminado la inteligencia lenta pero inexorablemente y que, como sostiene Aprile, si bien ha servido al hombre en los inicios de la historia para sobrevivir y progresar, ahora se ha vuelto un arma letal en una sociedad jerarquizada y burocratizada hasta el punto en que todo lo que salga, por leve que sea, de esa alineación, de esa balsa homogénea de ideas que pretenden igualar a todos, se convierte en un subversivo, en un peligro para la comunidad, en definitiva, en un ser inteligente que está fuera de los cánones establecidos para la convivencia plácida que nos otorga la igualdad del hombre-masa, del estúpido plácido, amodorrado y anestesiado que permanece impasible ante las cosas importantes, transcendentales y que desarrollan hacia el futuro y hacia el progreso de la vida. En todos los cargos de poder, la imbecilidad domina, manda, y como dice Aprile el poder no necesita talento. El poder radical intenta igualar a la baja la media de la inteligencia de un país, de ahí los exilios de las mentes más brillantes, de las desapariciones, de las muertes, de la hoguera… Son para ese tipo de poderes, las mentes lúcidas las que suponen un peligro y los tachan de subversivos, de elementos rebeldes, de problemáticos. Eso de cara a la galería. Saben perfectamente que serían los únicos capaces de derrocarles por méritos propios. Y este poder déspota no sólo se da a nivel gobierno de naciones, se da a nivel empresa, trabajo, compañeros incluso, todo aquel que se ve amenazado en su imbecilidad por alguien que se ha desmarcado de la estupidez cotidiana que generalmente, todo lo inunda. Son las personas inteligentes, o con una inteligencia notoria, las que crean en los demás los celos y los recelos, (aunque estos mediocres se aprovechan de las ventajas descubiertas por los más inteligentes y las disfrutan) así que cuanto menos usan su inteligencia más idiotas se vuelven, con lo cual, la idiotez es tropel. Pero el estúpido se encuentra en todas las jerarquías, y son éstas precisamente las que más colaboran para que la estupidez se incremente. Un sistema burocrático no puede funcionar si no tiene como base bien fundamentada la estupidez. Hay que seguir siempre las mismas reglas, sin plantearse absolutamente nada fuera de ellas, sino el sistema se derrumbaría. Es la propia estupidez la que da consistencia formal a la sociedad. Desde la escuela se intenta de forma machacadora, destruir todo lo que sobresalga fuera de un programa establecido como común para todos los estudiantes. La genialidad se va difuminando, por cerrársele todas la vías, desde edades muy tempranas y así llegamos a la mediocridad general desde la más tierna infancia. No se protegen ni se estimulan las dotes innatas de los individuos sino que por el contrario se las menosprecia y se intenta por todos los medios eliminarlas. Se pretende hacer una sociedad homogénea, una igualdad adormecida en la imbecilidad, un sofoco de ideas nuevas consideradas un peligro para un equilibrio social. Quizá sea esa la fórmula adecuada y sea la receta para conducir un rebaño. Pero un rebaño es fácil de manipular cuando está falto de ideas nuevas. Todo es previsible y el poder, en cualquier ámbito de la vida, maneja con facilidad ese modo de agrupamiento. Si uno entre cien se desplaza un poco de ese movimiento estupidizado será sofocado instantáneamente para que no revolucione al resto de los alineados. Las jerarquías y las burrocracias no se pueden violentar, se desmoronarían. Sería la catástrofe de una sociedad establecida. Al menos que desde el poder de una nación se abran las puertas a ciertos cambios, aunque sean considerados amenazadores, como no podría ser de otra forma, por las clases bienpensantes y los partidos clásicamente parapetados en la soberanía de la estupidez colectiva. La estupidez es un sistema de autocracia impuesta por aquellos que pretenden la fácil manipulación de una sociedad cegada por una igualdad cada vez más reducida de miras. Pino Aprile, va fundamentando su exposición en cinco leyes principales que son el resumen preciso de una elaboración fundamentada de su particular visión de la estupidez en una sociedad que va alcanzando cada día sus cotas máximas. Entre el humor, la ironía, la observación de los comportamientos de la sociedad actual y pasada, recorre su primigenia idea de la estupidez como modo actual de supervivencia: “Los inteligentes han construido el mundo. Pero quienes lo disfrutan y triunfan el él son los imbéciles”. Cabría preguntarse aquí cuál fue la gran semilla del error en esa terrible construcción que dio paso a este resultado tan amorfo y aniquilador de lo más preciado del ser humano para que en esta sociedad actual se convirtiera en un elemento peligroso: la inteligencia. Sea como fuere, los especialistas en el arte de la rapiña de ideas son legión y, aunque imbéciles pues solo saben copiar de los que sobresalen, es tanta su extrema especialización que se comen, para disfrutar ellos acto seguido de los resultados obtenidos, a los padres de todos los inventos o ideas favorables. Estas leyes son de una retórica humorística, pero no por ello menos ciertas:
Primera ley sobre el fin de la inteligencia: “El imbécil sobrevive. El genio se extingue”. Corolario de la Primera ley: “Antes tontos que muertos”. Segunda Ley: “El hombre moderno vive para volverse tonto”. Tercera Ley: “La inteligencia actúa en beneficio de la estupidez y contribuye a su expansión”. Yo lo traduciría como el arte del dormir plácida y perezosamente sobre lo que otros han pensado, han descubierto y han conseguido utilizando la inteligencia. Todos a calentarse al fuego que otro ha descubierto utilizando el cerebro. Ya no es necesario seguir poniendo en marcha las neuronas. A parasitar promoviendo la estupidez. Cuarta Ley: “La imbecilidad sólo puede aumentar”. Quinta Ley: “La unión no hace la fuerza sino la imbecilidad”. Excepción que confirma esta ley es la cooperación entre personas dotadas de grandes capacidades. Funcionan como un reproductor de la inteligencia, en lugar de un reductor. De este tipo de grupos hay pocos, como indica Aprile. Lo habitual es el agrupamiento y dentro de él siempre tendente a igualar a la baja. Después están los que se bastan ellos solos para da fe de su imbecilidad. Tampoco podemos olvidar a este tipo de individuos que buscó salida a su estupidez riéndose de todo con la simpleza de cantar una canción trivial y luego sonreír plácidamente. Y además recomendarlo a los demás como terapia para narcotizar su inteligencia.Personalmente, ante tanta arena, que me den cactus. Prefiero un debate aguijoneador que el adormilamiento insípido de la sonrisa vacía y feliz.
Así que después de la lectura de éste libro sonría por favor y déjese caer (como es habitual) en la dulzura beneplácita de la estupidez diaria y cotidiana. Y, recordando, a cuenta de toda esta exposición, las sabias palabras de un colaborador de La Cueva (Lamas) que dice: “Sin duda alguna, alguien ha descubierto que la mejor manera de evitar el sufrimiento… es la imbecilidad generalizada. Todo indica que este proyecto benevolente progresa adecuadamente”. O para quien tenga ánimo de sacar los pies fuera de ese tiesto, aprenda de este libro lo que no debe hacer, para así seguir desarrollando sus facultades neuronales. No abandonar su conexión con la inteligencia de la que en principio, hemos sido todos dotados.
Pino Aprile. Ediciones Temas de Hoy 2002. Enviado por "El Gobernador".
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