14 mayo, 2007

D. MANUEL.-

Ayer tuve el honor de encontrarme entre los invitados a un almuerzo, que presidía D. Manuel Fraga Iribarne.
El almuerzo fue espléndido, y no caeré yo en la vana tentación de hacer una loa de D. Manuel distinta de las que le hayan ya podido hacer. Sin embargo, yo que soy poco emocionable, o al menos he devenido a ello, sentí una especial sensación al oírle hablar, al dirigirme a el, y al escuchar sus inteligentes, prudentes y aun arengosas respuestas.
Efectivamente tiene, aun, el Estado en la cabeza, y es una enorme fuente de sabiduría y experiencia. Para él, todo debe de ser un Deja-Vu, y jamás confunde un paisaje con un trampantojo, visto lo visto. A propósito, no usa gafas, ni sonotone, solo el habla ha perdido algo, a veces, de fuerza. Su carácter y su energía, socarrona, directa, ninguna puntada sin hilo, y una enorme comprensión, incluso para con los peores, los malos e inútiles. Dócil, sabiendo que venia a apoyar a su criatura, a su partido y a su candidata, y a que nada empañara ese objetivo, por mucho que nos mareara el destello de su brillo imponente.
Esta mayor D. Manuel, y un paisano y tocayo, muy emocionado me decía, - fíjate que estamos ante la seguramente ultima vez que vea, al menos yo, a este gran hombre. Estamos ante un evento probablemente irrepetible, -continuo-.
Pues si, difícilmente estaremos de nuevo ante un hombre de su tiempo, y a caballo entre difíciles situaciones en las que participo en todas, con su apoyo, su entereza y sobre todo con su naturaleza incorruptible. D. Manuel no es único, pero es de los únicos y yo quiero agradecerle desde aquí su dedicación y desvelos a mejorar este país desde todos los escenarios por donde paso y a donde lo llevo su incansable capacidad de trabajo inteligente. Que es lo que no sabra, y que será lo que nos quiera y pueda contar.
Salud y larga vida Don Manuel.
Sorlo@step.es

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