MI ENCUENTRO CON LA HISTORIA.
Mi madre me había hablado del lugar, porque ella había estado el verano anterior, con Cecilia Ochoa de Echagüe. Y me había dicho que “tenía clase” y que “era diferente”. Lo decía quien lo decía y había que creerlo. Me recomendó que no esperase a Semana Santa para reservar y que dijese que era su hijo “porque no alquilaban a cualquiera”. ¡Caramba con el alemán, que exquisito!
Cuando me identifiqué, todo fueron facilidades. Cumplí lo acordado y transferí, antes de ir, la parte “reglamentaria”.
La primera persona que vi, fue el famoso Francisco, el jardinero jefe, toda una institución en el Cortijo y, en seguida, a una señora de muy buen ver, que resultó ser la esposa de von Knobloch, que estaba terminando de preparar el apartamento “Balcón de La Atlántida”, que había sido el recomendado por mi madre. Fue en lo único que se equivocó: el mejor – algo mas caro, pero merecía la pena - era “Lontananza”.
Pero resulta que el Banco de von Knobloch, no le había comunicado mi transferencia y se hizo el encontradizo por el jardín, para inquirir sobre el asunto: estaba algo mosca. Cuando le mostré el recibo de haber cumplido con lo acordado, se relajó, se percató de que no era yo, un “niño mal de casa bien”. Y me habló de los acontecimientos de Portugal, a la sazón en plena revolución de los claveles. No estaba por la labor de convivir con comunistas y se le veía dispuesto a tomar el primer avión. Le razoné sobre la falta de paralelismo: en España las Fuerzas Armadas, estaban con Franco, no teníamos una guerra colonial crónica, como los vecinos lusos, en Angola y Mozambique. Se quedó pensativo, pero se notaba que no le había convencido: sin duda, era “demasiado joven para él”.
Al año siguiente, volvimos, esta vez a “Lontananza” y aun estuvimos mas a gusto. Ya teníamos nuestras charletas y nos íbamos conociendo mejor. Ese segundo verano, andaba por allí – de incógnito y acompañado por una señora estupenda, que trabajaba en la RAI – Junio Valerio Borghese – http://www.exordio.com/1939-1945/personajes/borghese.html, quien me honró con su amistad y su confianza y me contó - en varias entregas que yo provocaba regalándoles sargos y mojarras recien pescados por mi – buena parte de su historial como Comandante de la Décima Mas, la única sección de la Marina Italiana que se comportó con gallardía durante la II Guerra Mundial. Murió allí de repente, dicen que envenenado, justo al día siguiente de que yo le regalase unas mojarras. Joaquín me evitó a la Policía que, sin duda, me habría amargado las vacaciones. Fue un precioso quite.
Recuerdo que después, nos regaló mi madre el piso de Barbate y dejamos de se clientes, aunque continuamos siendo amigos. Tanto que pasamos un fin de semana con ellos, invitados, durmiendo junto a un sofá en el que se había sentado Napoleón, lo que resultaba un tanto emocionante. Lo pasamos muy bien, Joaquín era una máquina de desgranar historias interesantísimas. Con lo que yo hablo, ha sido una de las pocas personas que han provocado mi silencio para aprender. El, Luís Miguel Dominguín y pocos más.
Recuerdo también, una original paella nocturna, que estaba riquísima. Asistía Fidel del Oro Pulido – Procurador en Cortes de los que no había votado la Ley para la Reforma Política – de lo que se sentía muy orgulloso, sin disimulo alguno. Buen tipo, aunque algo fanfarrón, tenía su Cuartel general en El Palmar. Junto a él su bella y muy enamorada esposa y un hijo “rarito” que resultó “perdedor de aceite”. Se prolongó la tertulia en la mágica noche veraniega – cantos de cigarra y paz – y la plebe tenía, de nuevo, hambre; natural, era tardísimo. La señora de la casa, se apuró: ella no contaba con el “reenganche”. Fui yo quien le sugirió volver a rehogar el arroz sobrante, ya frío. Sin mucha fe, procedió en consecuencia – “pero José Ignacio, ¿tú crees que estará bueno?” – y, cuando comprobó el éxito y quedó tranquila en su faceta de anfitriona – no dejamos ni las raspas – me hizo, por bajinis, un comentario sobre las Bodas de Caná. Todo un carácter la dama. Me quería, y yo a ella.
Me empeñé en que vinieran – al menos un rato – al piso de Barbate y, ya muerto Joaquín a la casa de Zahara. Hube de insistir la “intemerata”, pero ya se conoce el lema de los Rosende “plumbis eris et in plumbis reverteris”.
Otro día, hablaremos de Alicante. Y de un zangolotino – cuentista como él solo, que imaginación y ¡que trolas se inventaba!, muy serio, sobre la marcha - que hablaba perfectamente dos idiomas: alemán y conileño. Nunca pensé que, al final, “resultaría”. Un poco mas y compite con Victorino Martín, aunque le ha dado por el retinto español... de momento. ¡Qué tío! Ahora, es vecino de la Pantoja, amplía su hinterland hasta Chiclana e ignoro si continúa con la restauración.
Mi madre me había hablado del lugar, porque ella había estado el verano anterior, con Cecilia Ochoa de Echagüe. Y me había dicho que “tenía clase” y que “era diferente”. Lo decía quien lo decía y había que creerlo. Me recomendó que no esperase a Semana Santa para reservar y que dijese que era su hijo “porque no alquilaban a cualquiera”. ¡Caramba con el alemán, que exquisito!
Cuando me identifiqué, todo fueron facilidades. Cumplí lo acordado y transferí, antes de ir, la parte “reglamentaria”.
La primera persona que vi, fue el famoso Francisco, el jardinero jefe, toda una institución en el Cortijo y, en seguida, a una señora de muy buen ver, que resultó ser la esposa de von Knobloch, que estaba terminando de preparar el apartamento “Balcón de La Atlántida”, que había sido el recomendado por mi madre. Fue en lo único que se equivocó: el mejor – algo mas caro, pero merecía la pena - era “Lontananza”.
Pero resulta que el Banco de von Knobloch, no le había comunicado mi transferencia y se hizo el encontradizo por el jardín, para inquirir sobre el asunto: estaba algo mosca. Cuando le mostré el recibo de haber cumplido con lo acordado, se relajó, se percató de que no era yo, un “niño mal de casa bien”. Y me habló de los acontecimientos de Portugal, a la sazón en plena revolución de los claveles. No estaba por la labor de convivir con comunistas y se le veía dispuesto a tomar el primer avión. Le razoné sobre la falta de paralelismo: en España las Fuerzas Armadas, estaban con Franco, no teníamos una guerra colonial crónica, como los vecinos lusos, en Angola y Mozambique. Se quedó pensativo, pero se notaba que no le había convencido: sin duda, era “demasiado joven para él”.
Al año siguiente, volvimos, esta vez a “Lontananza” y aun estuvimos mas a gusto. Ya teníamos nuestras charletas y nos íbamos conociendo mejor. Ese segundo verano, andaba por allí – de incógnito y acompañado por una señora estupenda, que trabajaba en la RAI – Junio Valerio Borghese – http://www.exordio.com/1939-1945/personajes/borghese.html, quien me honró con su amistad y su confianza y me contó - en varias entregas que yo provocaba regalándoles sargos y mojarras recien pescados por mi – buena parte de su historial como Comandante de la Décima Mas, la única sección de la Marina Italiana que se comportó con gallardía durante la II Guerra Mundial. Murió allí de repente, dicen que envenenado, justo al día siguiente de que yo le regalase unas mojarras. Joaquín me evitó a la Policía que, sin duda, me habría amargado las vacaciones. Fue un precioso quite.
Recuerdo que después, nos regaló mi madre el piso de Barbate y dejamos de se clientes, aunque continuamos siendo amigos. Tanto que pasamos un fin de semana con ellos, invitados, durmiendo junto a un sofá en el que se había sentado Napoleón, lo que resultaba un tanto emocionante. Lo pasamos muy bien, Joaquín era una máquina de desgranar historias interesantísimas. Con lo que yo hablo, ha sido una de las pocas personas que han provocado mi silencio para aprender. El, Luís Miguel Dominguín y pocos más.
Recuerdo también, una original paella nocturna, que estaba riquísima. Asistía Fidel del Oro Pulido – Procurador en Cortes de los que no había votado la Ley para la Reforma Política – de lo que se sentía muy orgulloso, sin disimulo alguno. Buen tipo, aunque algo fanfarrón, tenía su Cuartel general en El Palmar. Junto a él su bella y muy enamorada esposa y un hijo “rarito” que resultó “perdedor de aceite”. Se prolongó la tertulia en la mágica noche veraniega – cantos de cigarra y paz – y la plebe tenía, de nuevo, hambre; natural, era tardísimo. La señora de la casa, se apuró: ella no contaba con el “reenganche”. Fui yo quien le sugirió volver a rehogar el arroz sobrante, ya frío. Sin mucha fe, procedió en consecuencia – “pero José Ignacio, ¿tú crees que estará bueno?” – y, cuando comprobó el éxito y quedó tranquila en su faceta de anfitriona – no dejamos ni las raspas – me hizo, por bajinis, un comentario sobre las Bodas de Caná. Todo un carácter la dama. Me quería, y yo a ella.
Me empeñé en que vinieran – al menos un rato – al piso de Barbate y, ya muerto Joaquín a la casa de Zahara. Hube de insistir la “intemerata”, pero ya se conoce el lema de los Rosende “plumbis eris et in plumbis reverteris”.
Otro día, hablaremos de Alicante. Y de un zangolotino – cuentista como él solo, que imaginación y ¡que trolas se inventaba!, muy serio, sobre la marcha - que hablaba perfectamente dos idiomas: alemán y conileño. Nunca pensé que, al final, “resultaría”. Un poco mas y compite con Victorino Martín, aunque le ha dado por el retinto español... de momento. ¡Qué tío! Ahora, es vecino de la Pantoja, amplía su hinterland hasta Chiclana e ignoro si continúa con la restauración.
Si el zangolotino en cuestión, me envía una foto de sus padres, las podré poner.
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