12 mayo, 2007

CHECAS.-

"Cuando se haga un detenido examen, se verá que la prisión de la calle de Zaragoza era una de las mejores, porque disponía de algunos servicios higiénicos, gracias a mí". Después de decir esto, al reo se le comunicó la sentencia y luego rogó poder hablar. Se le concedió y acto seguido manifestó que él era una víctima de las circunstancias, que moriría con la conciencia tranquila, y añadió: "Aunque sé que voy a morir, ¡viva el Generalísimo Franco!".
Esta argumentación fue la utilizada por Alfonso Laurencic, el ideólogo de las checas de Barcelona, durante el proceso que lo condenaría a muerte. Es relevante que el acusado afirmara que era "una víctima de las circunstancias". La contestación de Laurencic recuerda aquellas notas autobiográficas que redactara Rudolf Hoess, el comandante de
Auschwitz, en una cárcel de Cracovia. En febrero de 1947 escribía: "Era un engranaje inconsciente de la inmensa maquinaria de exterminación del III Reich. La máquina está rota, el motor ha desaparecido y yo debo hacer lo mismo".
A pesar de las atrocidades que se cometieron en las checas establecidas en España, lo único que le importaba a Laurencic era que se le reconociera su humanidad, porque la de la calle Zaragoza disponía de algunos servicios higiénicos. No importaban las inhumanidades realizadas en estos centros de detención, lo fundamental era que, gracias a él, había lavabos.
Este hecho intrascendente para muchos resulta clave para conocer la psicología de las personas que estuvieron al frente de estas instituciones. Hoess afirma algo que nos acerca a la psiquis de estos personajes: "El destino me ha librado de la muerte en cada ocasión para hacerme padecer ahora un final degradante. ¡Cuánto envidio a mis camaradas, caídos en el campo de batalla, como soldados!".
No importaban los millones de personas asesinadas en los campos de concentración nazis, su única preocupación era tener un final degradante. Lo mismo ocurrió en España. Nunca les importó el final de sus víctimas. Sólo eran enemigos de la República. Por eso se les tenía que exterminar. Eran cuerpos, no personas. Por eso no se hicieron listados de las personas que estuvieron en las checas. Si bien se puede pensar que no lo hicieron para protegerse, lo cierto es que no les interesaba conocer la identidad de aquellas personas. Eran enemigos y, por lo tanto, tenían que morir.
Hoy se ha puesto de moda el revisionismo histórico, sobre todo a propósito de la guerra civil española. Ocurre sin embargo un hecho muy particular que conviene resaltar, aquí y ahora: si la revisión de la historia la hacen los historiadores de izquierdas, ésta es lícita y correcta. Si se hace por historiadores de derechas, en palabras del portavoz del PSOE en la Comisión Constitucional, Ramón Jáuregui, la revisión histórica es de pacotilla (...), de poca importancia o de mala calidad. Pues bien, he aquí un libro que al señor Jáuregui le parecerá de poca importancia, pero déjeseme decir que no de mala calidad.
En el momento de abordar el espinoso asunto de las checas nos encontramos con afirmaciones como la siguiente, publicada en La repressió a la reraguarda de Catalunya (1936-1939) por Josep Maria Solé i Sabaté y Joan Villarroya:
Las celdas con luz permanente, con un suelo irregular, con un techo muy bajo, con unas estrechas paredes, con un constante goteo fueron también magnificadas por la propaganda franquista hasta convertir cualquier centro de detención en checa. Además de la utilización política que haría el nuevo Estado, las checas eran un escondite excelente para esconder la represión que, de una manera silenciosa, metódica y selectiva, iría aplicándose en nombre de Dios e invocando la justicia.
Este tipo de comentarios ha centrado gran parte de las investigaciones que se han realizado con referencia a las checas que existieron en España entre 1936 a 1939. La mayoría de los trabajos han sido firmados por historiadores de izquierdas, y han intentado dejar constancia de que las checas no fueron tan crueles como la propaganda franquista quiso significar una vez finalizada la guerra. Si bien es cierto que en ellas se realizaron interrogatorios y, en algunas, se aplicó la crueldad, la verdad es que no todas actuaron tan violentamente con los detenidos.
Comentarios como éstos hacen que se infravalore la realidad y que ésta pase inadvertida por la sociedad. Se ha intentado tapar, incluso, la persecución (...) contra la población civil, política y religiosa. Actualmente se simboliza la persecución que sufrieron los republicanos durante la dictadura de Franco, y, por supuesto, se ignora la que sufrieron los nacionales a manos de los republicanos. Hay, actualmente, una persecución de primera y de segunda clase. Con ello queremos decir que, si bien es cierto que existió una persecución por parte del Gobierno franquista, también es cierto que antes, durante la República y la Guerra Civil, los Gobiernos de la izquierda persiguieron y mataron a todos aquellos que pensaban diferente.
Las checas sirvieron, desde el inicio de la Guerra Civil, para asesinar a todas aquellas personas que estaban en contra o pensaban de manera diferente. La República negó la existencia de las checas como celdas de tortura, asegurando que los presos podían circular libremente por ellas. En definitiva, las checas, según el Gobierno, sólo eran prisiones, y en ningún caso se realizaban torturas. Por suerte, han sobrevivido los testimonios de muchas personas que pasaron por ellas.
Las checas fueron auténticos campos de concentración, similares a los instaurados por el régimen nazi. Como en ellos, se instalaron hornos crematorios, se descuartizó a presos para dar de comer a los cerdos, se torturó a los detenidos, se les atormentó con el alimento (...) Fue un plan premeditado con la ayuda de la Unión Soviética para instaurar un Estado comunista en España.
El miércoles 20 de noviembre de 2001 todos los partidos del Congreso de los Diputados rindieron homenaje a los represaliados por el franquismo. Una de las víctimas declaró al periódico El País que sólo se hacía por justicia, "sin reabrir heridas, sin venganza y sin rencor". Si bien las declaraciones son testimoniales, lo cierto es que los recuerdos, sean cuales sean, siempre abren heridas. El 23 de noviembre de 2002 el historiador Gabriel Jackson publicó un artículo en el mismo periódico donde comentaba:
Nunca he estado tan convencido como ahora de que debemos hablar, escribir y enseñar la verdad, en toda su gris complejidad. Las mentiras engendran mentiras, las exageraciones engendran exageraciones, y la ley de las consecuencias involuntarias dicta que se crearán nuevos resentimientos, errores y animosidades si no somos capaces de concentrarnos en la verdad.
Estamos de acuerdo con las palabras de Jackson, esto es, debemos hablar y explicar la verdad. Parece como si sólo los republicanos hubieran sufrido. Acordémonos de Paracuellos del Jarama y de los fusilamientos aprobados por Santiago Carillo y Dolores Ibárruri, de las checas de Madrid, Valencia, Barcelona, o de los campos de trabajo instaurados en la zona roja, por poner algunos ejemplos. Estamos de acuerdo en reivindicar a los muertos republicanos y buscar las fosas comunes donde están enterrados. Ahora bien, hay muertos nacionales a los que nadie reivindica.
Como decía Jackson, debemos explicar la verdad. Adelante, expliquémosla. Ésta tiene que ser nuestra finalidad, contar lo que sucedió en las checas republicanas. Ellos, los ciudadanos de a pie, los civiles, sufrieron el castigo de quedar encuadrados dentro de la zona republicana. Es el momento de reivindicar unos derechos y unos reconocimientos. Ellos tienen los mismos derechos que los republicanos fusilados por Franco una vez finalizada la guerra.
Es lícito y necesario que los republicanos reivindiquen a sus muertos, pero reconozcamos todos de una vez que sólo con este testimonio no conoceremos la verdad. Por eso hablaremos de las checas, porque en la mayoría de los casos nunca nadie ha rehabilitado estas muertes y, por derivada, se ha escondido la verdad sobre estas ejecuciones y torturas. Si, como dice Jackson, es el momento de dar a conocer la verdad, sirva este libro para revindicar unos asesinatos y unas torturas tan inclasificables como las reclamadas por los republicanos.
Por mucho que este libro pueda parecerle a los Jáuregui de turno como de pacotilla y carente de importancia, ha llegado, sí, también el momento de contar la realidad de las checas republicanas durante la guerra civil española. Que sean las futuras generaciones las que juzguen desde la distancia, pero también desde el conocimiento y la verdad, los hechos que aquí se relatan.

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