12 mayo, 2007

ÁNIMO, SEBASTIÁN, TÚ PUEDES.-

Sebastián suele llamarse el mayordomo de los vodeviles, a quien corresponde el papel más irresistiblemente cómico de la función. Al mayordomo Sebastián, abnegado y flemático, le toca ocultar las trapisondas del señorito calavera que lo emplea y apechugar con las consecuencias de las mismas, poniendo cara de feldespato ante las carcajadas del respetable. A Miguel Sebastián, el candidato socialista a la alcaldía de Madrid, su jefe de filas le ha adjudicado el papel de mayordomo en el vodevil de las elecciones municipales, después de que otros conmilitones de mayor relumbrón pusieran pies en polvorosa ante el ofrecimiento envenenado; y, en honor a la verdad, hemos de reconocer que el bueno de Sebastián, aunque bisoño en estas lides, está demostrando una vis cómica y una vocación esperpéntica memorables. No alcanzará el protagonismo que ansía, pero desde luego se está ganado a pulso la predilección del público, que cuenta sus apariciones por carcajadas de las que provocan hernia inguinal. He aquí algunos de los momentos más irresistibles de su actuación:
1) Los túneles de la M-30 ya están funcionando a pleno rendimiento. Son el resultado de una de las obras de ingeniería pública más ambiciosas que se recuerden. Entonces el bueno de Sebastián se entera de que se ha roto una cañería en uno de los túneles y se desplaza hasta allí, en plan espontáneo taurino, para señalarlo con el dedo. El gesto es de una hilaridad enternecedora, más o menos como si la mujer barbuda se empeñara en desposeer de su título a Miss Universo, alegando que tiene un callo en el dedo meñique del pie izquierdo.
2) Las riberas del Manzanares se han quedado expeditas para el disfrute de la gente, tras el soterramiento de la M-30. Entonces al bueno de Sebastián se le ocurre, en plan arbitrista de tebeo, que hay que montar unas piscinas fluviales y se lleva al lugar a Zerolo (nótese, en la elección del partenaire, el delicioso olfato para la astracanada del bueno de Sebastián), con quien improvisa un peloteo, para ir haciendo ambientillo playero. Sublime, decididamente sublime.
3) Esperanza Aguirre y Gallardón se disponen a inaugurar la línea de Metro que conduce hasta la nueva terminal del aeropuerto, realizada sin aportación del erario estatal. Entonces el bueno de Sebastián se presenta en el aeropuerto la víspera de la inauguración, acompañado de la ministra de Fomento y del candidato Simancas, ese señor bajito e indiscernible que el maestro Mingote siempre saca entre la multitud, portando una pancarta que advierte desesperadamente de su existencia. La irrupción de este nuevo trío de la bencina en la terminal aérea, con la pretensión de usurpar protagonismo por todo el morro, es digna de los truhanes de las películas de Berlanga. El bueno de Sebastián se consagra así como un genio de la comedia bufa.
4) Pero un talento de la comedia bufa como el bueno de Sebastián se crece a medida que el público se troncha de la risa. Entonces acude a la llamada de la selva y secunda a la novia de Tarzán, también conocida como baronesa Thyssen, cuando se encadena a los árboles del paseo del Prado. Quizá salir en la foto con la novia de Tarzán no le sirva al bueno de Sebastián para rascar votos, pero a poco que alargue la mano puede ponerse ciego a rascar bótox. Fellini en estado puro.
El bueno de Sebastián desea, en fin, demostrarnos que no sólo Talía lo ha bendecido con sus dones, sino también Melpómene, musa de la tragedia. El bueno de Sebastián no quiere ser recordado tan sólo como un tipo gracioso que nos amenizó el vodevil de la campaña electoral y, de repente, sabemos que puede quitarse el disfraz de mayordomo y convertirse, en la mejor tradición de los villanos shakespearianos, en un lóbrego muñidor de informes que rumia su venganza contra el plutócrata que en otro tiempo no supo apreciar su genialidad. Alcalde de Madrid no será, pero el bueno de Sebastián nos está haciendo pasar unos ratos gozosísimos. Nadie le hace sombra en el tablado de la farsa. Y aún le quedan quince días para demostrar sus dotes. Ánimo, Sebastián, tú puedes.
Juan Manuel de Prada.

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