07 mayo, 2007

TORREMOLINOS EN LA HISTORIA Y EN "MI" HISTORIA.-

LA TORRE DE LOS PIMENTEL. AÑO 1300, CONSTRUIDA POR LOS NAZARIES.


DATOS Y RECUERDOS.
Dintel precursor de la Costa del Sol, su historia ha ido vinculada durante siglos al agua que brota de sus manantiales y por allí “hemos atacado todos, cuando hemos podido, a la caza de la hermosa visigoda”. Pueblos del Neolítico, fenicios, romanos y árabes contribuyeron a diseñar su actual configuración y vías de comunicación. Este «lugar», como así se mantuvo durante siglos, abandonó la industria molinera, la agricultura y la ganadería en el primer cuarto de siglo… y se dedicó al choteo, al “ambiente” y al relajo. A mi, personalmente, me viene de lejos. Y es posible que también al abuelo del amigo Sorlo, que no es Soriano – vaya por Dios – pero que “tanto monta”. Respecto del amigo Antonio, se de buena tinta que, en su tiempo, realizó sus buenas razzias por la zona. Recuerdo, en pleno franquismo, la espera a que dieran las doce, el Sábado Santo, para que abriesen las discotecas y “nos fuese posible pegarnos un arrimón”. Es que éramos muy “toreros” todos. A mi, el sitio que me gustaba – desaparecida la magnífica “Verdad”, un íntimo chalet sur la mer – era “Le Fiacre”, decorado en tonos pastel, con música tan suave como los tonos de la pared, y donde parecía que, en cualquier momento, entraría una Róyale cualquiera. Llegué a ser socio – minoritario, of course – de un lugar de mucho éxito – al decir de “los dividendos” – en el que había tantísimo ruido, que ni siquiera me conocían los camareros. Un “poeta de la vida”, que era yo.
Los primeros asentamientos de pobladores en lo que hoy es el término de Torremolinos se remontan, según algunos historiadores, a hace 150.000 años. El profesor alemán Oeljeschlajer sostenía en 1968 en una entrevista concedida al periodista Juan José Palop haber descubierto en las playas y las colinas próximas a la Punta de Torremolinos restos de la Edad de Piedra, en concreto ciertas piedras moldeadas que eran utilizadas como fetiches en la caza o en la guerra (representaban un león, un elefante o una calavera humana) y encuadrables dentro del arco de las denominadas «piedras del fuego» porque tenían la propiedad de dar chispa con su frote al viento. Según su teoría, la presencia de esas piedras obedecía a la costumbre en aquellos tiempos de utilizar las costas como caminos principales en los largos desplazamientos.Sin embargo, las primeras pruebas tangibles de la presencia humana en Torremolinos se remontan al periodo Neolítico, unos 5.000 años antes de Cristo. Según Juan Temboury, en su obra «Torres almenaras», un pueblo neolítico originario de la Mesopotamia que cruzó el Estrecho de Gibraltar encontró en la franja de Torremolinos condiciones excepcionales para su asentamiento: albergues rupestres, buen clima y sol, unido a abundante pesca, caza y agua. Esta datación y ubicación de los primeros asentamientos de pobladores no es aleatoria, sino que se apoya en el estudio de los numerosos restos de cráneos humanos, huesos, vasijas de arcilla, puntas de hachas y flechas en las sucesivas excavaciones realizadas en las cuevas del Tesoro (Eduardo J. Navarro), la cueva Tapada (Miguel Such en 1915), la cueva de los Tejones (Eduardo Palanca en 1911) y la cueva del Encanto. Todas estas oquedades y galerías naturales se localizaban en el entorno de la Punta de Torremolinos (hoy conocida como Castillo de Santa Clara) y en la Cuesta del Tajo. La constitución calcárea del suelo ofrecía dos de las condiciones indispensables para favorecer el asentamiento de los primeros pobladores: refugio y agua. Según deduce Carlos Blanco en su breve «Historia de Torremolinos» de 1991 y que valida los trabajos de historiadores y arqueólogos, aquellos primitivos pobladores vivían principalmente a cielo raso, en primitivas chozas y utilizaban las cuevas como refugio ocasional y como sepulcros, en los cuales colocaban los cadáveres sentados, la espalda apoyada en la pared, cubiertos de adornos y en compañía de algún animal doméstico. Era gente más cazadora e industrial que guerrera, y aunque algunos adornos estuviesen hechos de conchas de algunos moluscos, no habían desarrollado aún la habilidad de la pesca.La alimentación de estos primeros pobladores se basaba en raíces y granos, según concluye Eduardo J. Navarro en su «Estudio prehistórico sobre la Cueva del Tesoro», publicado en 1884, tras el examen de los restos óseos humanos encontrados en esa cavidad y que, como particularidad, tenían el común denominador de acusar abundancia de caries en las dentaduras. A lo largo de la historia, otras civilizaciones dejaron su huella en la zona. Los fenicios, dejó escrito el astrónomo griego Ptolomeo (nacido dos siglos antes de Cristo), fundaron muy cerca de Torremolinos, entre la margen derecha del río Gualdalhorce y los terrenos que ocupan en la actualidad el Parador de Golf, la ciudad de Saduce, que jugó un papel de gran importancia en el Mediterráneo como puerto fluvial.
ROMANOS. A partir del siglo III a. C. y tras la segunda guerra púnica, toda la franja septentrional y sur de Hispania pasaría a ser de dominio romano. Torremolinos, aún sin toponimia propia (las primeras referencias no se tendrán hasta la época de dominación árabe), se convertiría en lugar de asentamiento romano, como lo atestiguan los restos de ánforas, pilas y de fábricas de salazones encontrados en las proximidades de las playas. De nuevo la Punta de Torremolinos vuelve a ser la referencia en lo que al asentamiento de pobladores se refiere. Entre los hallazgos de mayor calado figuran los restos de unas termas públicas en el Peñón del Castillo, lo que es hoy el Castillo de Santa Clara, complejo de cuya existencia hay referencias en unos escritos de Plinio el Viejo y Pomponio Mela. Una torrentera desenterró el 24 de marzo de 1881 lo que fue una piscina de enlucido impermeabilizado, el «frigidiarium» con un mosaico de colores y un «apodyterium» o sala de vestuario. Sin embargo, nunca se hizo un seguimiento de éste y otros yacimientos posteriores encontrados en la Punta de Torremolinos y su perímetro, que se taparon y sobre los que se ha edificado pese a que siempre se ha sostenido que en la zona existen largas galerías inexploradas.De hecho, y según las creencias más antiguas, el subsuelo de Torremolinos está surcado por una larga red de galerías que unen entre sí la cueva del Toro, situada en plena serranía y a unos 500 metros por arriba del Molino de Inca y el morro o Punta de Torremolinos. Este canal natural permitía, según las voces del pueblo, que al adentrarse hasta cierta profundidad en la cueva se pudiese escuchar el eco de las olas en su embate contra el roquedal. La más importante herencia dejada por Roma a la zona adoptó forma de calzada, que mucho tendrá que ver con la posterior estructuración urbanística del municipio. De varios metros de ancho y que unía Gades (Cádiz) con Malaka (Málaga), cruzaba completamente Torremolinos. Llegaba casi a la playa en la zona que actualmente ocupa Playamar, continuaba hasta Los Álamos y subía hacia Churriana. A ambos lados de esta calzada se construyeron villas y factorías de salazón de pescado. De las once factorías que se tiene constancia que existieron, tres estaban dentro del actual término de Torremolinos: una en la Cizaña Baja (próxima al campamento Benítez), otra en Los Álamos y una tercera en El Bajondillo, muy próxima al acantilado. Es precisamente de esta época cuando data la primera referencia de la primera expansión de los asentamientos desde la playa hacia una cota más elevada.
ÁRABES. A lo largo de los siglos, el agua natural que brotaba y brota de los manantiales a través del macizo de calizas dolomíticas que conforma la serranía y su suelo ha jugado un papel en torno al cual gira la historia de Torremolinos. Con la dominación árabe aparecerá una nueva industria que contribuirá a dar carta de naturaleza a Torremolinos: los molinos. Los árabes supieron aprovechar el tesoro acuífero y el gran cauce o «cao» que arrancaba desde la sierra y hasta la playa, y a lo largo del cual se llegaron a construir hasta diecinueve molinos de muela y de batanear (aunque no siempre fue así, ya que surgieron a medida que crecían las necesidades de la población). Según describe José Lacuey, en su obra «Torremolinos», publicada en 1990, los de muela, con sus soleras harineras, eran de piedra, mientras que en los batanes todo era de madera. Las ruedas hidráulicas eran de rodezno con canjilones o álabes, lo que dependía si recibían el agua desde altura a través de un cáncamo que tenían las paletas curvas — en el primero de los casos — o si recibía la fuerza motriz directamente del arrastre del cauce, caso este en que las paletas eran planas.En el libro «Los molinos de Torremolinos» (1970), Juan José Palop ofrece una amplia información al respecto de la historia, actividad y decadencia de esta industria. Los molinos se emplazaban en parajes de gran riqueza vegetal y agua. El Molino de Inca (hoy restaurado), el Molino de Batán y el de Cea (antes de Zea) se encontraban en la zona de los manantiales, próximos a lo que es hoy el Palacio de Congresos. El Molino del Moro y el del Molinillo (de los que no quedan vestigios) se localizaban en la zona hoy urbana de la avenida de Sorolla y aledaños. El Molino de Manojas (del que aún se conserva la fachada) se situaba en la hoy plaza Costa del Sol; el Molino del Castillo, en la calle San Miguel; el Molino del Malleo estaba en la plaza de la iglesia de San Miguel, antes plaza de la Cruz, y en los aledaños de la Torre de los Pimentel estaban los molinos Alto del Rosario, el del Rosario, el de la Torre y el de la Bóveda.El cauce o «cao» proseguía acantilado abajo hacia El Bajondillo, donde se ubicaron un día el Molino de la Glorieta, el Molino Nuevo, el Molino de la Esperanza, el del Pato, el del Caracol, el de la Cruz y el del Peligro, este último cuyo nombre respondía a la amenaza continua de inundaciones cuando la marea alta. La mayoría de estos molinos dedicaba su actividad a la molienda del trigo, a la sal, minerales como el hierro, o a productos como el aceite. Durante la dominación árabe el actual Torremolinos se bautizó con el nombre de Molina, aunque de este extremo no hay pruebas. Un mapa cartografiado por el italiano Giacomo Rossi y fechado el 1 de septiembre de 1696 atribuye el nombre de Molina a una población situada geográficamente donde se localiza Torremolinos, único extremo que da visos de verosimilitud a esa denominación de la ciudad. De la disposición geográfica de los molinos se podría decir que trazaron los lugares de asentamiento y posterior expansión geográfica y demográfica de Torremolinos a través de los siglos, aunque cabe señalar a este respecto que la presencia humana en este territorio se limitaba a unas pocas decenas de personas, los molineros y algunas gentes dedicadas a las labores de huerta. La vulnerabilidad del territorio desde el mar, de lo que dan prueba las sucesivas oleadas de invasores desde el norte de África, propició hacia el año 1300 y ya bajo dominio de la dinastía de los nazaríes (siglos XII al XV) la construcción de una torre de defensa situada al final de la calle San Miguel. Esta torre, que en las ordenanzas de 1497 figuraba ya como «Torre de los Molinos», completó la composición del nombre de Torremolinos. Tras la Reconquista del reino de Granada por los Reyes Católicos, y la toma de Málaga en 1487, la capital y la provincia comienzan una de las más grandes transformaciones sociales y económicas de la historia de la que no se quedaría al margen. En agradecimiento a la ayuda militar prestada a ambas acciones, a la que contribuyó con 2.000 caballos y 4.999 peones, los Reyes Católicos concedieron a Don Rodrigo de Pimentel, cuarto conde de Benavente, la propiedad de la Torre, que pasó a conocerse como Torre de los Pimentel. Sin embargo, es posible que, teniendo en cuenta el origen aragonés de Fernando el Católico y el castellano de las milicias a su mando, la acepción de la palabra «torre» no se limitase a la torre vigía, sino al conjunto de una casa de campo, quinta o alquería (de acuerdo con el provincialismo aragonés), lo que de ser así testimoniaría la consideración de alquería que tenía entonces. Con la conquista del reino de Granada a los árabes andalusíes se cerraba una era pero se abría otra, caracterizada por los furtivos intentos de éstos de recuperar los territorios que habían sido suyos durante siglos. Orán, Argel, Fez y el norte de África son los puntos de partida de acciones contra la costa española con muchos fines: la captura de barcos y esclavos para compensar la fortuna perdida, castigar al enemigo y, simplemente, la rapiña. Mas o menos, igual que ahora. Los ataques de los piratas berberiscos exige la construcción de torres almenaras a lo largo de la costa para dar aviso a los pobladores de estos ataques. A Torremolinos le correspondieron dos, la existente de Pimentel y otra en La Colina, de la que no quedan restos. Señalamos con anterioridad que con los Reyes Católicos la provincia, y dentro de ella Torremolinos, comenzaría una etapa de grandes transformaciones. De hecho, un año después de la toma de Málaga se empezaría a escribir sin saberlo el principio del fin de la actividad de los molinos.Los Reyes Católicos en Carta Puebla de 1488 y 27 de mayo de 1489, así como su hija la reina Juana en real cédula de 20 de diciembre de 1511, concedieron a la capital de Málaga la propiedad de las aguas de los manantiales y de los molinos de Torremolinos. La insuficiencia de los recursos acuíferos propios de la capital, que limitaban su expansión demográfica e industrial, haría que siglos más tarde el Cabildo malagueño hiciese efectiva aquella histórica concesión real y llevase a la práctica en 1876 y 1923 sendos proyectos de traída a Málaga de las aguas de Torremolinos, primero la del manantial de Inca, el de La Cueva y otros cuatro innominados, y después el agua del Albercón del Rey, comprometiendo así la hasta entonces floreciente actividad industrial de los molinos. Si el peligro de los ataques piratas en la época medieval no era de por sí ya suficiente, lo que obligaba con harta frecuencia a los molineros de Torremolinos (sobre todo los más cercanos a las playas) a abandonar los molinos y su actividad para irse a moler a los de Churriana, más alejados de la costa y más seguros, bajo el reinado de Felipe V en 1704 y con el advenimiento de la Guerra de Sucesión española (1701-1714), Torremolinos fue una de las víctimas de las muchas contiendas que acabarán con la pérdida de Gibraltar. El 18 de julio de 1704, doce días antes del ataque y la toma de Gibraltar y previa a la batalla de Málaga, el almirante inglés George Rooke, al mando de la armada anglo-holandesa, fondeaba en aguas de Torremolinos. El almirante comunicó a las autoridades malagueñas que «no embarazasen a los vianderos que quisieran llevar a su Armada víveres, que los pagaría ciertamente, y que no le embarazasen la aguada que hacía en Torremolinos, porque de ponerle embarazo desembarcaría a 5.000 ó 6.000 hombres para que saqueasen y quemasen estos contornos». La amenaza se cumplió. Bien porque las autoridades no se mostraron tan dispuestas a acceder a lo solicitado o bien porque gentes de Mijas, Benalmádena y Alhaurinejo atacaron y mataron algunos marinos de la armada inglesa, Rooke desembarcó a dos mil hombres a tierra que saquearon y quemaron las casas y los molinos, que después se reconstruirían de nuevo.La primera referencia y localización en firme de Torremolinos como núcleo urbano en la cartografía de la provincia la tenemos en el mapa del marqués de la Ensenada de 1748, confeccionado por el ingeniero Francisco Llobet y quien lo grafía en el documento como T. Molinos. Era la segunda de las veintiocho torres levantadas para la defensa de la zona ante las incursiones de piratas turcos, y a cuyo abrigo creció un núcleo urbano, mínimo pero con identidad propia. Un padrón posterior de 1769 y que refleja el vínculo administrativo de Torremolinos como barriada de Churriana cifra la población en 106 vecinos, casi todos inscritos en los molinos y sus sectores. Así, en el Molino de Inca se computan 7 vecinos; 9 en el del Moro, 4 en el Malleo, 16 en el Castillo de Torremolinos, 4 en el Molino del Castillo, otros 16 en el Molino de la Torre, dos en el de La Bóveda, 4 en el Molino Nuevo, 22 en el Molino de la Cruz y otros 22 en el Molino de La Nogalera, cuna del turismo moderno. Como se observa, en la relación de los lugares que registran asentamiento de población y entre los molinos se señala también el Castillo de Torremolinos. Íntima e históricamente ligada a la torre y su entorno está la Punta de Torremolinos, que forma una doble ensenada: la playa de La Carihuela y la playa de El Bajondillo. En la época de navegación a cabotaje los temporales provocaban numerosos naufragios en este punto costero, lo que hizo pensar en la conveniencia de levantar en esa atalaya un fuerte que sirviese tanto para la seguridad de la localidad como para orientar a los navegantes. Una escritura de 18 de mayo de 1763 (encontrada por el padre Llordén) y otorgada por el escribano Fernández de la Herranz, ante quien compareció el ingeniero de los Reales Ejércitos Antonio Jiménez Mesa, recoge el interés de éste por la construcción de un castillo o batería en la Punta de Torremolinos que defendiese a la marina del levante y del poniente, y que sirviese de asilo a embarcaciones ante el acoso de las naves corsarias. El ingeniero ofreció al rey construir el fuerte a cambio del gobierno vitalicio del castillo o fuerte, con sueldo de teniente coronel de Infantería, complejo «que dispondría de seis cañones de 24 libras, con cuarteles para caballería e infantería, vivienda, capilla y almacenes». Todo esto se construyó en 1770, incluida la instalación de los cañones en la zona que aún hoy se conoce como La Batería y de la que quedan restos del emplazamiento de los cañones. La fortaleza perduró como centro militar hasta 1830 (a la muerte de Jiménez Mesa), tras la que pasaría a ser cuartel de carabineros y después una propiedad privada.
Basado en varios trabajos externos y en vivencias personales.

No hay comentarios: