19 abril, 2007

11 - M: DETALLES.-

NO SABE, NO CONTESTA.
Los dos testigos estrella de la jornada de ayer fueron Miguel Ángel Santano y Santiago Cuadro.
Miguel Ángel Santano era, en la época del atentado, comisario de la brigada provincial de Madrid de Policía Científica. Hoy, tras ser ascendido por el gobierno del PSOE, es el Comisario General de Policía Científica y, como tal, se encuentra procesado en el caso del bórico, por suprimir de un informe de unos subordinados suyos una inocente referencia a ETA. Según la declaración de Santano, la brigada provincial de Policía Científica apenas intervino en la investigación del 11-M. Su testimonio no ha aportado ninguna novedad.
Santiago Cuadro era Comisario de Seguridad Ciudadana cuando se cometió el atentado. Su testimonio tenía mucho interés porque fue la persona que la mañana del 11 de marzo le transmitió a Díaz Pintado, Subdirector General Operativo, o sea, el número 2 de la Policía, que lo que había estallado en los trenes era, al parecer, Titadyne con cordón detonante. Pues bien, el testigo negó ayer haber empleado nunca la palabra Titadyne, sino que lo que dijo fue que lo que había estallado en los trenes era dinamita con cordón detonante. Declaró además que durante aquella tarde confirmó a su superior que lo que había estallado era, según los TEDAX, alguna clase de dinamita. ¿Es posible que durante la mañana Santiago Cuadro dijera dinamita y Díaz Pintado entendiera Titadyne? Es posible, pero extraordinariamente improbable.
Durante aquella mañana, los altos mandos policiales sabían, como sabíamos todos los españoles atentos a la actualidad política, que si el atentado era obra de ETA, el PP ganaría, y si era obra de islamistas ganaría el PSOE. ¿De qué le servía a Díaz Pintado saber que se había empleado alguna clase de dinamita? Lo trascendental en aquellas horas, a efectos de establecer la autoría, era saber si era Titadyne (ETA) u otra clase de explosivo (islamistas). Dicho de otra manera: la respuesta que dice Cuadro haber dado es inverosímil desde el momento en que no es una respuesta. Si efectivamente los TEDAX no estaban en condiciones de identificar el explosivo y sólo sabían que se trataba de alguna clase de dinamita (no se olvide que el Titadyne lo es) la respuesta a la pregunta de qué ha estallado en los trenes no puede ser “una dinamita”, sino que debiera ser “no lo sabemos”, que es lo que contó Díaz Pintado que le contestó Cuadro la primera vez que le preguntó. La segunda vez que hablaron aquella mañana fue cunado Cuadro habló, según Pintado, de Titadyne con cordón detonante y, durante la tercera, Cuadro descartó el Titadyne porque no se había encontrado nitroglicerina. La versión del subdirector general es mucho más creíble que la de Cuadro porque, ¿tiene algún sentido que Cuadro le comunique reiteradas veces a su superior que lo que ha estallado es dinamita sin especificarle si es o no Titadyne, que era lo relevante?
PEQUEÑOS DETALLES.
Por eso, los testimonios más interesantes de ayer fueron los de la taquillera de la estación de Alcalá de Henares y la de un tal Antonio Beamonte.
La taquillera ha declarado que la mañana del 11 de marzo, a eso de las siete de la mañana, se acercó a su ventanilla un individuo con gorro y bufanda tipo “braga”, de manera que apenas pudo verle la cara. Cuando compró el billete, se entabló entre ella y el sujeto una pequeña conversación motivada por el hecho de que el viajero tuvo que repetir varias veces el destino al que quería dirigirse debido a que la braga con la que se tapaba la boca no permitía entender bien lo que decía. Además, ha declarado la testigo, cambió el destino solicitado al principio. Cuando acabó de despachar con él, comentó con el compañero de taquilla el que el individuo no se bajara la bufanda para hacerse entender y que fuera tan abrigado un día en el que no hacía excesivo frío. La taquillera pensó que el hombre podía tener relación con los atentados cuando oyó que un portero de una finca cercana había visto a tres hombres excesivamente abrigados, que cubrían sus rostros con bufandas o pasamontañas, manipular unas mochilas en las proximidades de la estación.
Cabe la posibilidad de que el individuo con el que despachó la taquillera no tuviera nada que ver con los atentados. Pero, si se trató de un terrorista, su comportamiento fue de lo más extraño: ¿por qué sacó el billete en la taquilla pudiendo hacerlo en las máquinas expendedoras? ¿Por qué se preocupó de llamar la atención de la taquillera cambiando varias veces de destino, cuando es obvio que debía de tener muy claro adónde iba? ¿Por qué, si el portero vio a tres encapuchados y tuvieron que ser al menos una docena los terroristas, sólo uno sacó billete? ¿No podía ser un agente de algún “servicio”?
Si era un terrorista, sólo puede concluirse que quiso llamar la atención de la taquillera. Pero, si de lo que se trataba era de hacer saltar la pista islamista durante las primeras horas de investigación, para lo que debía de ayudar el testimonio de la empleada de RENFE, ¿por qué el sujeto se ocultó el rostro hasta el punto de que la mujer no pueda identificarlo? ¿Por qué no trató de hablar con acento árabe para que la mujer testificara en este sentido?
Recordemos ahora el testimonio de uno de los testigos que vio a Jamal Zougam en los trenes (recuérdese que Jamal Zougam es el único procesado que fue detenido antes de que se celebraran las elecciones y que su origen marroquí y su fama de fundamentalista hicieron que su detención fuera contemplada como una confirmación de la pista islamista). Según este testigo, Jamal viajó en los trenes con un gorro y una bufanda. ¿Y si hubiera sido Jamal Zougam el hombre que compró aquel billete de tren? ¿Y si él creyó que estaba dejando ver suficiente porción de rostro como para ser posteriormente reconocido? ¿Y si, no obstante, creyó que era mejor tratar de cubrirse en parte para que su condición de terrorista a punto de cometer un atentado fuera creíble? Si todo esto fue así, las cosas, en cuanto a Zougam, empiezan a cuadrar. Zougam puede muy bien haber sido el señuelo que los terroristas emplearon para ser identificado en las primeras horas y confirmar la pista islámica: se dejó ver en varios trenes con diversos aspectos y proporcionó, procedente de su locutorio, la tarjeta telefónica que habría de conducir hasta él. Esta hipótesis parece probable si se tiene en cuenta que todos los testigos que han reconocido a Zougam lo han hecho porque hizo cosas que llamaron la atención: apoyarse en el hombro de un viajero, dar un empujón a otro, preguntar por una estación a un tercero, ponerse una escayola en la nariz. El diferente aspecto con el que han declarado los testigos haberle visto aquél día, y que fácilmente puede haber sido voluntariamente querido, le serviría para que la contradicción entre ellos haga que todos los testimonios se anulen recíprocamente.
Si esta hipótesis respondiera a la verdad, lo deseable es que Zougam sea condenado porque sería ése el momento en que estaría dispuesto a declarar quién le contrató para hacer de señuelo. Sin embargo, con las pruebas que de momento hay contra él, y mucho más si se confirma que lo que estalló en los trenes no fue Goma 2 ECO, que es lo que había en la mochila de Vallecas y que es la más importante prueba de cargo que pesa contra él, será difícil que el tribunal pueda hacerlo.
Extraordinariamente curiosa ha sido la declaración de Antonio Beamonte. Este hombre tomó el metro para ir a su trabajo el día 11 de marzo a las nueve de la mañana. Ya dentro de un vagón, entraron dos músicos callejeros dispuestos a amenizar el viaje con alguna pieza de su repertorio. Un viajero les reprendió diciéndoles que no era día para músicas. Entonces, una viajera se encaró con éste y le dijo que nada tenía que ver una cosa con la otra. Cuando Antonio llegó a su trabajo, al ver un tríptico con las fotos de unos terroristas vascos buscados por la policía, reconoció sin género de dudas a la etarra Josune Oña como a la señora que creyó que el atentado no era óbice para que unos músicos callejeros amenizaran el viaje en metro, como hacían todos los días. Antonio acudió a la Policía, le tomaron declaración, y hasta ayer.
Con independencia de que el testigo haya identificado correctamente o no a la terrorista, ¿cómo es posible que no se investigara la presencia de una etarra en busca y captura en el metro de Madrid? Bien, es posible que las investigaciones que se siguieron, no hayan trascendido, pero ¿cómo es posible que durante la instrucción del sumario no haya sido interrogado este testigo?
A veces da la impresión de que el juicio no está sirviendo tanto para contestar interrogantes como para plantear otros nuevos.
Emilio Campmany.

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