"ES COMO SI TE SALIERA UN HIJO YONQUI". VARIAS FAMILIAS DE CEUTA HAN DENUNCIADO A ALGUNO DE SUS MIEMBROS POR SOSPECHAR QUE SON INTEGRISTAS. UN CEUTÍ ANIMABA AYER A LA POLICÍA EN UN CONTROL CALLEJERO: "LEÑA AL MORO HASTA QUE SE ROMPA, QUE ESTO ES ESPAÑA".
La vida cotidiana en los barrios pobres de Ceuta está dislocada por un clima de persecución y miedo como nunca se había visto aquí. Nadie se fía de nadie. Hay espías o chivatos por todas partes. Cualquier musulmán que rece y se reúna con otros dos o tres ya es sospechoso de terrorismo y puede ser delatado. El miedo y el rencor están provocando muchos casos de delación en el seno de las familias. Ante esa psicosis general, en el barrio del Príncipe surgen quienes reaccionan, como ayer un vecino, diciendo que "hay que echar de la familia a los barbudos, que son como si te saliera un hijo yonqui". Otros concluyen que las bombas de Casablanca y Argel, la guerra de Irak que ven por televisión y sus consecuencias palpables en forma de controles en los accesos del Príncipe, forman parte de una misma cosa. La mayoría se indigna y unos pocos se sienten protagonistas de la "historia" y avivan su odio.
La presencia de la policía por todas partes es algo que no interesa a nadie en el Príncipe, especialmente si gran parte de la ocupación de muchas personas se centra en las actividades ilícitas propias de una sociedad marginada. La vigilancia intensiva de la policía estos días, con agentes de paisano y de uniforme por todas partes, trastorna el modus vivendi de demasiados vecinos. Eso y el miedo a salir salpicado por el "exceso de celo" religioso de algún hermano, primo o cuñado ha provocado que numerosas personas hayan acudido a la policía a denunciar a miembros de su propia familia. En esos fenómenos confía la policía para estar segura de estar informada de todo lo que pueda suceder en barrios como el Príncipe o Los Rosales, principales núcleos musulmanes de Ceuta. "El que tenga una actividad integrista en el Príncipe sabe que hoy está seguro si la conoce sólo él.
En el momento que la conozca otro, la seguridad se le reduce a la mitad y cuando la conozcan tres, ya la conocemos nosotros también". Así de rotundo se manifiesta un responsable de la policía. Pero eso también lo saben quienes viven en el Príncipe. En los últimos días se han dirigido a las fuerzas de seguridad numerosos vecinos de ese barrio indignados por las actividades de familiares y conocidos con los que quieren marcar distancia "por si acaso". La policía investiga siempre, pero sabe que detrás puede haber enfrentamientos o ánimo de venganza. Los controles también perjudican los intereses de las bandas dedicadas al narcotráfico o al contrabando, cuyos cabecillas saben todo lo que ocurre en los barrios, y eso les anima a delatar a los sospechosos. Favor por favor.
Una escena que podría explicar bien el ambiente que se respira en Ceuta ocurrió la mañana de ayer en una de las calles de acceso al Príncipe, en el límite que separa la marginación de la opulencia, oriente y occidente, Marruecos y España, sin salir de la misma ciudad. Agentes de la policía nacional recién llegados de Sevilla cortaban la calle con una furgoneta y registraban los vehículos. Un policía subió al autobús urbano a revisar el aspecto de los pasajeros, casi todos mujeres musulmanas que bajaban al centro a trabajar en el servicio doméstico. Agacharon la cabeza resignadas. En las aceras, ceutíes del lado rico mostraban de manera visible su aprobación y el más exaltado soltaba el exabrupto: "Leña al moro hasta que se rompa, que esto es España y si no les gusta que se vayan a Marruecos". Lo que se respira en Ceuta es un ambiente de preocupante radicalismo en los dos extremos, que llega incluso a enfrentar a hermanos, y un debilitamiento de los intereses comunes. Quienes hayan promovido el enfrentamiento de civilizaciones deben de estar frotándose las manos.
La vida cotidiana en los barrios pobres de Ceuta está dislocada por un clima de persecución y miedo como nunca se había visto aquí. Nadie se fía de nadie. Hay espías o chivatos por todas partes. Cualquier musulmán que rece y se reúna con otros dos o tres ya es sospechoso de terrorismo y puede ser delatado. El miedo y el rencor están provocando muchos casos de delación en el seno de las familias. Ante esa psicosis general, en el barrio del Príncipe surgen quienes reaccionan, como ayer un vecino, diciendo que "hay que echar de la familia a los barbudos, que son como si te saliera un hijo yonqui". Otros concluyen que las bombas de Casablanca y Argel, la guerra de Irak que ven por televisión y sus consecuencias palpables en forma de controles en los accesos del Príncipe, forman parte de una misma cosa. La mayoría se indigna y unos pocos se sienten protagonistas de la "historia" y avivan su odio.
La presencia de la policía por todas partes es algo que no interesa a nadie en el Príncipe, especialmente si gran parte de la ocupación de muchas personas se centra en las actividades ilícitas propias de una sociedad marginada. La vigilancia intensiva de la policía estos días, con agentes de paisano y de uniforme por todas partes, trastorna el modus vivendi de demasiados vecinos. Eso y el miedo a salir salpicado por el "exceso de celo" religioso de algún hermano, primo o cuñado ha provocado que numerosas personas hayan acudido a la policía a denunciar a miembros de su propia familia. En esos fenómenos confía la policía para estar segura de estar informada de todo lo que pueda suceder en barrios como el Príncipe o Los Rosales, principales núcleos musulmanes de Ceuta. "El que tenga una actividad integrista en el Príncipe sabe que hoy está seguro si la conoce sólo él.
En el momento que la conozca otro, la seguridad se le reduce a la mitad y cuando la conozcan tres, ya la conocemos nosotros también". Así de rotundo se manifiesta un responsable de la policía. Pero eso también lo saben quienes viven en el Príncipe. En los últimos días se han dirigido a las fuerzas de seguridad numerosos vecinos de ese barrio indignados por las actividades de familiares y conocidos con los que quieren marcar distancia "por si acaso". La policía investiga siempre, pero sabe que detrás puede haber enfrentamientos o ánimo de venganza. Los controles también perjudican los intereses de las bandas dedicadas al narcotráfico o al contrabando, cuyos cabecillas saben todo lo que ocurre en los barrios, y eso les anima a delatar a los sospechosos. Favor por favor.
Una escena que podría explicar bien el ambiente que se respira en Ceuta ocurrió la mañana de ayer en una de las calles de acceso al Príncipe, en el límite que separa la marginación de la opulencia, oriente y occidente, Marruecos y España, sin salir de la misma ciudad. Agentes de la policía nacional recién llegados de Sevilla cortaban la calle con una furgoneta y registraban los vehículos. Un policía subió al autobús urbano a revisar el aspecto de los pasajeros, casi todos mujeres musulmanas que bajaban al centro a trabajar en el servicio doméstico. Agacharon la cabeza resignadas. En las aceras, ceutíes del lado rico mostraban de manera visible su aprobación y el más exaltado soltaba el exabrupto: "Leña al moro hasta que se rompa, que esto es España y si no les gusta que se vayan a Marruecos". Lo que se respira en Ceuta es un ambiente de preocupante radicalismo en los dos extremos, que llega incluso a enfrentar a hermanos, y un debilitamiento de los intereses comunes. Quienes hayan promovido el enfrentamiento de civilizaciones deben de estar frotándose las manos.
En la fotografía un antiguo Gobernador en su "silla gestatoria"... antiguas costumbres.
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