18 abril, 2007

ZAPATERO'S SHOW BUSINESS.-

ALARDE DE 'GLAMOUR' Y FARSA EN LA BOLSA DE MADRID.
Ayer al mediodía no se podía transitar por la acera que cruza la Bolsa de Madrid. La policía exigía un pase especial. Se iba a celebrar en el edificio de la plaza de la Lealtad – lo mas divertido es que fuese “precisamente”, en la Plaza de la Lealtad - un acontecimiento épico a cargo del presidente del Gobierno. Un acontecimiento para reafirmar "la calidad democrática" del régimen y "la voluntad de auto limitación del Gobierno" -que así dijo-. Pasadas las doce y media, en el lugar de autos, Zapatero presentó ante lo más granado de la sociedad civil, por primera vez en democracia, el informe económico de la legislatura. Ni el lugar ni el momento podían ser más oportunos. Como afirmó el presidente de Bolsas y Mercados, Antonio Zoido, dicho lugar es "la expresión última -más redonda- del mercado", y puesto que Zapatero ha arrasado literalmente con el regulador de los mercados -la CNMV-, qué mejor escenario para mostrar el relativismo con el que contempla la historia y las habladurías.
Antes del acto magno, Fernando Moraleda, el jefe de Comunicación de La Moncloa -otro gran hombre - había convocado a la prensa para anticiparles la dimensión de lo que habrían de escuchar, y, en un instante de desinhibición máxima, vino a decir algo así como 'puedo prometer y prometo que el Gobierno no ha tenido nada que ver en las diversas opas sobre Endesa'. En ese momento, una corresponsal extranjera, ciertamente brava, se levantó de su asiento y replicó, con grandes aspavientos: ¡Oh, my God. Give me a break!, que podría muy bien traducirse al castellano como ¡Dios mío, no me tomes el pelo! El señor Moraleda la reconvino y advirtió sobre las eventuales responsabilidades en que podría incurrir si daba rienda suelta a los bulos. Y así los periodistas, debidamente apercibidos, se presentaron en la Bolsa.
Fue un gran acto. Yo diría que fue un acto de reafirmación nacional, patriótica. Moraleda se empleó a fondo para que concurriese la crema y nata del mundo de los negocios, más algún elemento adicional y descarriado -yo mismo, por ejemplo-. Primero se mandó una invitación; luego se llamó con prontitud en busca del check-in. El éxito fue colosal, como suele pasar cuando se pone un empeño tan oficial.
Faltaron algunos, no obstante. Por ejemplo, el presidente de la CNMV, don Manuel Conthe, que fue suplido con gran eficacia por su vicepresidente, el señor Carlos Arenillas, que se movió con una desenvoltura extraordinaria, muy familiarmente, ajeno por completo a la pública inquina de su jefe. Tampoco vi por ningún lado al señor Pizarro, todavía presidente de Endesa, aunque si estaba don José Manuel Entrecanales, su posible sucesor. Vistas así las cosas, el objetivo de la matinée era obvio: el presidente buscaba la complicidad de la clase business, y en todo caso, necesitaba, a poco tiempo de las elecciones, mostrar en las televisiones su capacidad de convocatoria pese al escándalo de Endesa. Siempre viene bien una foto con Botín, Isidoro Álvarez y otros.
Varias veces elogió la contribución de los capitanes de empresa allí presentes en la buena marcha del país, aunque tengo para mí que el mensaje también podría interpretarse en términos subliminales -'lo hacéis fetén siempre que contéis conmigo'-, como pusieron de manifiesto las ausencias.
El discurso fue genérico, desolador. Todo va bien, y lo que está mal, lo vamos a arreglar gracias a tres pócimas mágicas: la inversión en infraestructuras, la inversión en i más d más i, y el refuerzo del diálogo social, pues el consenso es un valor irrenunciable y muy democrático. El presidente aseguró que no es complaciente, pero no tanto porque no queden desafíos y retos que abordar -la mejora de la productividad, el desequilibrio exterior, la competitividad- sino sobre todo porque ser complaciente es un rasgo conservador y "y yo soy progresista".
También tuvo unas palabras sobre la dimensión social que acompaña el elevado crecimiento económico -los nuevos derechos, las leyes de igualdad, la creciente y deseable presencia de las mujeres en los consejos de administración-, así como para el cambio climático, que es un asunto inexcusable en la agenda de todo progresista que se precie. Citó a la prensa extranjera, a The Economist, a Financial Times, que tanto han destacado nuestras grandes cifras, aunque omitió, por educación, las severas críticas que ha recibido por el caso Endesa.
Tampoco se refirió a Il Corriere de la Sera, que la semana pasada describió, sin ser desmentido, cuál fue la conversación entre Zapatero y Prodi en Ibiza sobre el futuro del sector eléctrico en España: "Oye, que te quedas con Endesa. ¿Cómo? Que sí, que sí, que ya hemos pensado todo". Esto fue antes de que Conthe dijera sus enigmáticas palabras -"La política industrial del Gobierno choca con las reglas del mercado"- y pidiera la dimisión de Arenillas. Pero ayer el que estaba al quite era Arenillas, no había espacio ni para traidores, ni para desconfiados.
Se había convocado a la crema y nata del business para ensayar una suerte de complicidad - o al menos para la foto - para esbozar una especie de conjura realmente ilusoria, "trabajar todos por una gran empresa llamada España" que ha puesto patas arriba el maestro de ceremonias. ¡Brillante!
M. A. Belloso. Enviado por Jaime.

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