
La decisión del GSPC de comprometerse con Al-Qaeda, anunciada en septiembre de 2006 y materializada en enero de este año, preocupa. Al-Zahawiri ya había anunciado la intención de crear una nueva Al-Qaeda en el Magreb uniendo a las facciones jihadistas de Argelia, Túnez, Marruecos y Libia bajo la misma bandera. Y Ben Laden ha logrado modificar la agenda nacionalista del GSPC y darle unas miras más amplias, al igual que hizo con los islamistas egipcios. Ahora, este letal grupo terrorista, con una extensa presencia en Europa Occidental y con tarjeta de presentación de Al-Qaeda, amenaza seriamente los suministros de petróleo y gas natural que emanan de Argelia hacia Europa occidental, además de otros intereses occidentales.
Al-Qaeda lucha contra Occidente y ha jurado liberar la tierra del Islam de todo cruzado, colaboracionista o agente. Y si es una guerra global además de Argelia, debemos preocuparnos también por las últimas explosiones en la ciudad de Casablanca así como por las recientes operaciones antiterroristas en Somalia. No debemos olvidar tampoco los últimos muertos en Irak ni de los niños discapacitados que Al-Qaeda recluta para atentar contra el enemigo occidental. Pero sobre todo Europa tiene que dejar de mostrar debilidad porque sólo logra aumentar el desprecio que los islamistas sienten por sus valores. La guerra aún no ha acabado.
GEES. Libertad Digital
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