14 abril, 2007

UN OPTIMISTA QUE NO CUENTA CON ZP.-

LA EXPULSIÓN MUSULMANA DE EUROPA.
El columnista americano Ralph Peters desecha la toma de Occidente por los islamistas: «Lejos de disfrutar de la perspectiva de tomar el control de Europa teniendo descendencia, los musulmanes de Europa están viviendo de prestado... las predicciones de una toma de control musulmana de Europa... ignoran la historia y la inerradicable perversidad de Europa». En su lugar, representando a Europa como el lugar «que perfeccionó el genocidio y la limpieza étnica», predice que sus musulmanes «tendrán suerte de ser deportados solamente», y no asesinados.
Este escenario dispone a los europeos originales -que aún constituyen el 95% de la población del continente- despertando un día y haciéndose notar. «¡Basta!» dirán, y reclamarán su posición histórica. Esto no está tan distante; un grupo irritado entre los europeos, menos entre la élite que entre las masas, denuncia en público los cambios ya en marcha. Ilustraciones de ese resentimiento incluyen la legislación anti-hijab de Francia, la irritación por las restricciones a las banderas nacionales y los símbolos cristianos, y la insistencia en servir vino en las cenas de Estado. En 2006 se desarrolló espontáneamente un movimiento en diversas ciudades francesas que sirve sopa de cerdo a los pobres, excluyendo a propósito a los musulmanes.
Éstos son temas menores, cierto, pero los partidos anti-inmigrantes han emergido ya en muchos países y están comenzando a exigir no solamente un control eficaz de las fronteras sino la expulsión de los ilegales. Un movimiento nativista por toda Europa se está constituyendo ante nuestros ojos inadvertidamente en gran medida. Al margen de lo escaso de su historial hasta la fecha, tiene un potencial enorme. Los partidos opuestos a la inmigración y al Islam generalmente tienen contextos neofascistas pero se hacen cada vez más respetables a lo largo del tiempo, abandonando sus orígenes antisemitas y sus dudosas teorías económicas, y centrándose en su lugar en cuestiones de fe, demografía e identidad, y aprendiendo acerca del Islam y los musulmanes. El Partido Nacional Británico y el Vlaamse Belang de Bélgica ofrecen dos ejemplos de tal maniobra hacia la respetabilidad que un día podría acompañarse de aspiraciones electorales. La carrera presidencial en Francia en 2002 se redujo a una competición entre Jacques Chirac y el neofascista Jean-Marie Le Pen. Otros partidos han probado ya el poder. Jörg Haider y el Freiheits Partei Österreich estuvieron brevemente en el cargo. La Liga Norte de Italia formó durante años parte de la coalición en el poder. Probablemente se harán más fuertes porque sus mensajes anti islamistas y con frecuencia anti-islámicos calan, y los partidos principales adoptarán parcialmente sus mensajes (el Partido Conservador de Dinamarca ofrece un modelo; tras 72 años en la oscuridad, volvió al poder en el 2001 básicamente a causa de la furia referente a la inmigración). Estos partidos probablemente se beneficiarán cuando la inmigración a Europa se dispare incontrolablemente hasta niveles nunca vistos, incluyendo quizá un éxodo en masa procedente de África, como muchos indicadores sugieren que sucederá.
Una vez en el poder, los partidos nacionalistas rechazarán el multiculturalismo e intentarán reestablecer los valores y normas tradicionales. Uno solamente puede especular acerca de sus medios y sobre la reacción musulmana. Peters explora los aspectos fascistas y violentos de algunos grupos y espera que una respuesta musulmana adopte formas amenazadoras. Incluso esboza un escenario en el que «barcos de la marina norteamericana permanecen anclados y marines americanos acuden a las costas en Brest, Bremerhaven o Bari para garantizar la evacuación segura de los musulmanes de Europa».
Durante años, los musulmanes han temido precisamente esa encarcelación y maltrato, seguidos de la expulsión e incluso de matanzas. Ya a finales de los 80, el difunto Kalim Siddiqui, director del Instituto Musulmán de Londres, planteaba el fantasma de «cámaras de gas al estilo de Hitler para los musulmanes». Shabbir Ajtar advertía en su libro de 1989 «Cuidado con Mahoma» que «la próxima vez que haya cámaras de gas en Europa, no hay duda respecto a quién estará dentro de ellas», aludiendo a los musulmanes. Un personaje de la novela de 1991 de Hanif Kureishi «El buda de los suburbios» prepara la guerra de guerrillas que espera seguirá después de que «los blancos se vuelvan por fin contra los negros y asiáticos e intenten obligarnos a entrar en cámaras de gas».
Pero es más probable que los esfuerzos europeos por la reclamación se inicien pacífica y legalmente, con los musulmanes -en línea con los patrones recientes de intimidación y terrorismo- siendo los que inician la violencia. Múltiples encuestas confirman que alrededor del 5% de los musulmanes británicos aprueban los atentados del 7 de Julio, sugiriendo una disposición general a recurrir a la violencia. Suceda como suceda, no se puede asumir que una reafirmación europea tenga lugar cooperativamente.
Daniel Pipes.

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