11 abril, 2007

LA INFLUENCIA ELECTORAL DEL TERROR.-

¿SERA VERDAD, LAS ELECCIONES LAS GANA QUIEN QUIERA ETA?
Las declaraciones del presidente del CIS, Fernando Vallespín, en las que ha advertido de la influencia que "sorpresas o nuevos atentados" puedan tener en las próximas elecciones generales, podrá entristecernos a los que recordamos la definición que daba de la democracia Karl Popper como "aquel conjunto de instituciones políticas que hacen políticamente posible a sus ciudadanos llevar a cabo un cambio de gobierno sin derramamiento de sangre, en caso de que la mayoría desee semejante cambio de gobierno".
Sin embargo, esa criminal influencia política y electoral que siempre ha buscado el terror por matar –es decir, por dejar de hacerlo – es precisamente la que, con éxito, se dio del 11 al 14-M. Los terroristas, con el determinante y público apoyo del PSOE y Prisa, lograron un vuelco electoral y un cambio de gobierno que tanto islamistas como etarras consideraban esperanzador para sus intereses, tal y como han confesado. El tiempo parece haberles dado la razón.
Ahora bien, hay algo que es necesario aclarar ante hipotéticas rupturas antes de tiempo de las infames alianzas fraguadas entre la nihilista condescendencia del Gobierno de Zapatero y el insaciable maximalismo de ETA. No es lo mismo, desde el punto de vista de la salud democrática, que la indignación ciudadana provocada por un indeseable atentado se tradujera en un cambio político contraproducente a los intereses de los terroristas y a los de quienes los han querido infamemente contentar, a que se tradujera en un cambio político favorable a los intereses de quienes han derramado la sangre, tal y como ocurrió del 11 al 14-M.
Eso es precisamente lo que explota el Gobierno ante sus criminales compañeros de viaje, para que se contenten con el ritmo de infamantes concesiones que les está brindando desde el inicio de esta envilecida legislatura. Los economistas lo llaman "coste de oportunidad" y consiste en la pretensión de que los terroristas no se fijen en lo que a Zapatero le queda por cumplir de sus "compromisos adquiridos", sino en lo mucho que ETA tendría que perder si, en lugar de tenérselas que ver con Zapatero en el Gobierno, fuera con Rajoy.
En cualquier caso, no es pagando o comprometiéndose a pagar al terror como lograremos que este desaparezca y, con él, su poder de influencia. Todo lo contrario. Y esto sí merece tener un coste político, si de verdad queremos preservar la democracia.
L. D.

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